Es Pentecostés, el Espíritu Santo desciende sobre nosotros.

Este fin de semana es extraño, maravilloso, agotador y bendecido.

Intentaré explicarlo. El viernes por la noche di clases de idiomas e informática a unos amigos. Se hizo tarde y continuamos al día siguiente. En la víspera de Pentecostés, por primera vez en mi vida, celebré la vigilia de Pentecostés, que es una verdadera vigilia. Una vigilia. Una exhortación del Espíritu Santo. La mayor parte de la misa fue en holandés, pero otras partes fueron en italiano. Esa noche también se habló en portugués, español e inglés.

Después de llegar tarde a casa y dormirme enseguida, esta mañana ha sido la Misa Mayor festiva con asistencia pontificia de nuestro obispo. De nuevo, fue fantástico y también recé allí por el don del Espíritu Santo.

Mientras escribo esto, estoy de camino a casa de mi madre para celebrar Pentecostés. En nuestro país también es costumbre celebrar un lunes de Pentecostés. Es un lunes libre que siempre celebro con mi familia. Durante el trayecto en tren, se me acerca una mujer que sólo habla francés e inglés. Un rato después, suben dos turistas de Barcelona y también puedo hablar en español con ellos.

Así que este fin de semana se trata de la diversidad de idiomas y de la calidez y amabilidad de la gente que se encuentra en el tren.

No me considero un lingüista. Soy un verdadero matemático. Pero creo que el Espíritu abre mi corazón a las diferentes lenguas entre las naciones.

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